martes, 30 de abril de 2013

El cielo nos está esperando


Como me envió el Padre, así también yo os envío. Juan 20:21




   De los apóstoles está escrito: “Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudando les el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. Marcos 16:20. Así como Cristo envió a sus discípulos, envía hoy a los miembros de su iglesia. El mismo poder que los apóstoles tuvieron es para ellos. Si desean hacer de Dios su fuerza, él obrará con ellos, y no trabajarán en vano. Comprendan que la obra en la cual están empeñados es una sobre la cual el Señor ha puesto su sello. Dios dijo a Jeremías: “No digas: Soy niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo, estoy para librarte”. Luego el Señor extendió su mano y tocó la boca de su siervo, diciendo: “He aquí he puesto mil palabras en tu boca”. Jeremías 1:7-9. Y nos envía a seguir anunciando las palabras que nos ha dado, sintiendo su toque santo sobre nuestros labios. 

Cristo dio a la iglesia un encargo sagrado. Cada miembro debe ser un medio por el cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que el Salvador desee tanto como la manifestación del amor del Salvador por medio de los seres humanos. Todo el cielo está esperando a los hombres y las mujeres por medio de los cuales pueda Dios revelar el poder del cristianismo.
La iglesia es la agencia de Dios para la proclamación de la verdad, facultada por él para hacer una obra especial; y si le es leal y obediente a todos sus mandamientos, habitará en ella la excelencia de la gracia divina. Si manifiesta verdadera fidelidad, si honra al Señor Dios de Israel, no habrá poder capaz de resistirle.                            
El celo por Dios y su causa indujo a los discípulos a ser testigos del evangelio con gran poder. ¿No debería semejante celo encender en nuestros corazones la determinación de contar la historia del amor redentor, del Cristo crucificado? Es el privilegio de cada cristiano, no solo esperar, sino apresurar la venida del Salvador.


Maranatha, Ellen G. White

Preparación para la lluvia tardía - E. Wagner

Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios, porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. (Joel 2: 23).




Preparación para la crisis final - Fernando Chaij




La finalidad de este libro es presentar, hasta donde sea posible, organizados en forma lógica y cronológica los tremendos acontecimientos que caracterizarán los días finales de la historia del mundo y de la iglesia de Dios en su marcha triunfante hacia la meta gloriosa de la segunda venida de Cristo.
Este libro contiene una gran cantidad de pasajes de las Escrituras y de trozos escogidos de los escritos de Elena G. de White, entrelazados con explicaciones y comentarios que ayudan a entender su mutua relación. Hemos querido que los mensajes inspirados por Dios fueran el fundamento de todo lo que aquí se presenta. Los comentarios que se han agregado para aclarar los distintos temas aparecen en párrafos aparte y en un tipo mayor que los distingue de los trozos escogidos de los escritos de Elena G. de White.



ENLACE DE DESCARGA:

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lunes, 29 de abril de 2013

E-Sword v.9.6 - Biblia Electronica con Diccionarios, Comentarios, Mapas, etc.



Programa bíblico con grandes opciones, gran cantidad de biblias, en diferentes versiones, con comentarios varios, diccionarios de la biblia, mapas geográficos de los relatos de la biblia, etc.



Salmo 119:105 

 Lámpara a mis pies es tu palabra, Y lumbrera a mi camino. 




https://dl.dropboxusercontent.com/u/86144688/Biblioteca%20Electronica/e-Sword%209/e-Sword%209.rar




LA CAÍDA DE LUCIFER




En el cielo, antes de su rebelión, Lucifer era un ángel honrado y excelso, cuyo honor seguía al del amado Hijo de Dios. Su semblante, así como el de los demás ángeles, era apacible y denotaba felicidad. Su frente alta y espaciosa indicaba su poderosa inteligencia. Su forma era perfecta; su porte noble y majestuoso. Una luz especial resplandecía sobre su rostro y brillaba a su alrededor con más fulgor y hermosura que en los demás ángeles. Sin embargo, Cristo, el amado Hijo de Dios, tenía la preeminencia sobre todas las huestes angélicas. Era uno con el Padre antes que los ángeles fueran creados. Lucifer tuvo envidia de él y gradualmente asumió la autoridad que le correspondía sólo a Cristo.

El gran Creador convocó a las huestes celestiales para conferir honra especial a su Hijo en presencia de todos los ángeles. Este estaba sentado en el trono con el Padre, con la multitud celestial de santos ángeles reunida a su alrededor. Entonces el Padre hizo saber que había ordenado que Cristo, su Hijo, fuera igual a él; de modo que doquiera estuviese su Hijo, estaría él mismo también. La palabra del Hijo debería obedecerse tan prontamente como la del Padre. Este había sido investido de la autoridad de comandar las huestes angélicas. Debía obrar especialmente en unión con él en el proyecto de creación de la tierra y de todo ser viviente que habría de existir en ella. Ejecutaría su voluntad. No haría nada por sí mismo. La voluntad del Padre se cumpliría en él.

Lucifer estaba envidioso y tenía celos de Jesucristo. No obstante, cuando todos los ángeles se inclinaron ante él para reconocer su supremacía, gran autoridad y derecho de gobernar, se inclinó con ellos, pero su corazón estaba lleno de envidia y odio. Cristo formaba parte del consejo especial de Dios para considerar sus planes, mientras Lucifer los desconocía. No comprendía, ni se le permitía conocer los propósitos de Dios. En cambio Cristo era reconocido como Soberano del Cielo, con poder y autoridad iguales a los de Dios.
 Lucifer creyó que él era favorito en el cielo entre los ángeles. Había sido sumamente exaltado, pero eso no despertó en él ni gratitud ni alabanzas a su Creador. Aspiraba llegar a la altura de Dios mismo. Se glorificaba en su propia exaltación. Sabía que los ángeles lo honraban. Tenía una misión especial que cumplir. Había estado cerca del gran Creador y los persistentes rayos de la gloriosa luz que rodeaban al Dios eterno habían resplandecido especialmente sobre él. Pensó en cómo los ángeles habían obedecido sus órdenes con placentera celeridad. ¿No eran sus vestiduras brillantes y hermosas? ¿Por qué había que honrar a Cristo más que a él?

Salió de la presencia del Padre descontento y
 lleno de envidia contra Jesucristo. Congregó a las huestes angélicas, disimulando sus verdaderos propósitos, y les presentó su tema, que era él mismo. Como quien ha sido agraviado, se refirió a la preferencia que Dios había manifestado hacia Jesús postergándolo a él. Les dijo que de allí en adelante toda la dulce libertad de que habían disfrutado los ángeles llegaría a su fin. ¿Acaso no se les había puesto un gobernador, a quien de allí en adelante debían tributar honor servil? Les declaró que él los había congregado para asegurarles que no soportaría más esa invasión de sus derechos y los de ellos: que nunca más se inclinaría ante Cristo; que tomaría para sí la honra que debiera habérsele conferido, y sería el caudillo de todos los que estuvieran dispuestos a seguirlo y a obedecer su voz.

Hubo discusión entre los ángeles. Lucifer y sus seguidores luchaban para reformar el gobierno de Dios. Estaban descontentos y se sentían infelices porque no podían indagar en su inescrutable sabiduría ni averiguar sus propósitos al exaltar a su Hijo y dotarlo de poder y mando ilimitados. Se rebelaron contra la autoridad del Hijo. 

Los ángeles leales trataron de reconciliar con la voluntad de su Creador a ese poderoso ángel rebelde. Justificaron el acto de Dios al honrar a Cristo, y con poderosos argumentos trataron de convencer a Lucifer de que no tenía entonces menos honra que la que había tenido antes que el Padre proclamara el honor que había conferido a su Hijo. Le mostraron claramente que Cristo era el Hijo de Dios, que existía con él antes que los ángeles fueran creados, y que siempre había estado a la diestra del Padre, sin que su tierna y amorosa autoridad hubiese sido puesta en tela de juicio hasta ese momento; y que no había dado orden alguna que no fuera ejecutada con gozo por la hueste angélica. Argumentaron que el hecho de que Cristo recibiera honores especiales de parte del Padre en presencia de los ángeles no disminuía la honra que Lucifer había recibido hasta entonces.
 Los ángeles lloraron. Ansiosamente intentaron convencerlo de que renunciara a su propósito malvado para someterse a su Creador, pues todo había sido hasta entonces paz y armonía, y ¿qué era lo que podía incitar esa voz rebelde y disidente?

Lucifer no quiso escucharlos. Se apartó entonces de los ángeles leales acusándolos de servilismo. Estos se asombraron al ver que Lucifer tenía éxito en sus esfuerzos por incitar a la rebelión. Les prometió un nuevo gobierno, mejor que el que tenían entonces, en el que todo sería libertad. Muchísimos expresaron su propósito de aceptarlo como su dirigente y comandante en jefe. Cuando vio que sus propuestas tenían éxito, se vanaglorió de que podría llegar a tener a todos los ángeles de su lado, que sería igual a Dios mismo, y su voz llena de autoridad sería escuchada al dar órdenes a toda la hueste celestial. Los ángeles leales le advirtieron nuevamente y le aseguraron cuáles serían las consecuencias si persistía, pues el que había creado a los ángeles tenía poder para despojarlos de toda autoridad y, de una manera señalada, castigar su audacia y su terrible rebelión. ¡Pensar que un ángel se opuso a la ley de Dios que es tan sagrada como él mismo! Exhortaron a los rebeldes a que cerraran sus oídos a los razonamientos engañosos de Lucifer, y le aconsejaron a él y a cuantos habían caído bajo su influencia que volvieran a Dios y confesaran el error de haber permitido siquiera el pensamiento de objetar su autoridad. 

Muchos de los simpatizantes de Lucifer se mostraron dispuestos a escuchar el consejo de los ángeles leales y arrepentirse de su descontento para recobrar la confianza del Padre y su amado Hijo. El poderoso rebelde declaró entonces que conocía la ley de Dios, y que si se sometía a la obediencia servil se lo despojaría de su honra y nunca más se le confiaría su excelsa misión. Les dijo que tanto él como ellos habían ido demasiado lejos como para volver atrás, y que estaba dispuesto a afrontar las consecuencias, pues jamás se postraría para adorar servilmente al Hijo de Dios; que el Señor no los perdonaría, y que tenían que reafirmar su libertad y conquistar por la fuerza el puesto y la autoridad que no se les había concedido voluntariamente.

Los ángeles leales se apresuraron a llegar hasta el Hijo de Dios y le comunicaron lo que ocurría entre los ángeles. Encontraron al Padre en consulta con su amado Hijo para determinar los medios por los cuales, por el bien de los ángeles leales, pondrían fin para siempre a la autoridad que había asumido Satanás. El gran Dios podría haber expulsado inmediatamente del cielo a este archiengañador, pero ese no era su propósito. Daría a los rebeldes una justa oportunidad para que midieran su fuerza con su propio Hijo y sus ángeles leales. En esa batalla cada ángel elegiría su propio bando y lo pondría de manifiesto ante todos. No hubiera sido conveniente permitir que permaneciera en el cielo ninguno de los que se habían unido con Satanás en su rebelión. Habían aprendido la lección de la genuina rebelión contra la inmutable ley de Dios, y eso es irremediable. Si Dios hubiera ejercido su poder para castigar a este jefe rebelde, los ángeles subversivos no se habrían puesto en evidencia; por eso Dios siguió otro camino, pues quería manifestar definidamente a toda la hueste celestial su justicia y su juicio.

Guerra en el cielo

Rebelarse contra el gobierno de Dios era un crimen enorme. Todo el cielo parecía estar en conmoción. Los ángeles se ordenaron en compañías; cada división tenía un ángel comandante al frente. Satanás estaba combatiendo contra la ley de Dios por su ambición de exaltarse a sí mismo y no someterse a la autoridad del Hijo de Dios, el gran comandante celestial.

Se convocó a toda la hueste angélica para que compareciera ante el Padre, a fin de que cada caso quedase decidido. Satanás manifestó con osadía su descontento porque Cristo había sido preferido antes que él. Se puso de pie orgullosamente y sostuvo que debía ser igual a Dios y participar en los concilios con el Padre y comprender sus propósitos. El Señor informó a Satanás que sólo revelaría sus secretos designios a su Hijo, y que requería que toda la familia celestial, incluido Satanás, le rindiera una obediencia absoluta e incuestionable; pero que él (Satanás) había demostrado que no merecía ocupar un lugar en el cielo. Entonces el enemigo señaló con regocijo a sus simpatizantes, que eran cerca de la mitad de los ángeles, y exclamó: “¡Ellos están conmigo! ¿Los expulsarás también y dejarás semejante vacío en el cielo?” Declaró entonces que estaba preparado para hacer frente a la autoridad de Cristo y defender su lugar en el cielo por la fuerza de su poder, fuerza contra fuerza.

Los ángeles buenos lloraron al escuchar las palabras de Satanás y sus alborozadas jactancias.
 Dios afirmó que los rebeldes no podían permanecer más tiempo en el cielo. Ocupaban esa posición elevada y feliz con la condición de obedecer la ley que Dios había dado para gobernar a los seres de inteligencia superior. Pero no se había hecho ninguna provisión para salvar a los que se atrevieran a transgredirla. Satanás se envalentonó en su rebelión y expresó su desprecio por la ley del Creador. No la podía soportar. Afirmó que los ángeles no necesitaban ley y que debían ser libres para seguir su propia voluntad, que siempre los guiaría con rectitud; que la ley era una restricción de su libertad; y que su abolición era uno de los grandes objetivos de su subversión. La condición de los ángeles, según él, debía mejorar. Pero Dios, que había promulgado las leyes y las había hecho iguales a sí mismo, no pensaba así. La felicidad de la hueste angélica dependía de su perfecta obediencia a la ley. Cada cual tenía una tarea especial que cumplir, y hasta el momento cuando Satanás se rebeló, había existido perfecto orden y armonía en las alturas.

Entonces hubo guerra en el cielo.
 El Hijo de Dios, el Príncipe celestial y sus ángeles leales entraron en conflicto con el archirrebelde y los que se le unieron. El Hijo de Dios y los ángeles fieles prevalecieron, y Satanás y sus seguidores fueron expulsados del cielo. Toda la hueste celestial reconoció y adoró al Dios de justicia. Ni un vestigio de rebeldía quedó en el cielo. Todo volvió a ser pacífico y armonioso como antes. Los ángeles lamentaron la suerte de los que habían sido sus compañeros de felicidad y bienaventuranza. El cielo sintió su pérdida. 

El Padre consultó con el Hijo con respecto a la ejecución inmediata de su propósito de crear al hombre para que habitara la tierra. Lo sometería a prueba para verificar su lealtad antes que se lo pudiera considerar eternamente fuera de peligro. Si soportaba la prueba a la cual Dios creía conveniente someterlo, con el tiempo llegaría a ser igual a los ángeles. Tendría el favor de Dios, podría conversar con ellos y éstos con él. Dios no creyó conveniente ponerlos fuera del alcance de la desobediencia.


Extraído de la Historia de la Redencion de Elena de White


viernes, 26 de abril de 2013

¿Fue abolida la ley de Dios?


¿Se imagina usted una ciudad donde miles de autos y buses circulan sin que haya una ley que regule el tránsito de coches? El tráfico sería un caos y los accidentes se multiplicarían. Para prevenir esta situación, en cada país del mundo existe una ley de tránsito y una oficina que controla su cumplimiento. Ahora proyectémonos a nuestro sistema planetario ¿Qué sucedería si no hubiese leyes que regulen la marcha de los planetas en sus respectivas órbitas alrededor del Sol? Hace buen rato hubiésemos dejado de existir. Gracias a Dios porque puso leyes que controlan el movimiento de los astros, y asimismo organizó nuestro planeta, sujetando la naturaleza bajo leyes que la rigen. Nada se mueve por casualidad sin que haya una ley que lo gobierne.
En el ámbito de la vida humana, Dios también ha puesto leyes que gobiernan las relaciones interpersonales. El Decálogo fue dado para ayudar a la gente a vivir en paz con Dios y con su prójimo. Esta ley es de carácter universal, pues busca el beneficio de toda la humanidad. Fue instituida para nuestra felicidad y es inmutable y eterna.
Sin embargo, una lectura inadecuada de la Biblia en torno a la ley de Dios puede llevarnos a conclusiones equivocadas. Hay quienes creen que el Decálogo fue abolido en la cruz. Al leer en la Biblia la palabra “ley” u “obras de la ley” inmediatamente piensan que se está hablando de La Ley de Dios, los Diez Mandamientos.
Una lectura cuidadosa de la Palabra de Dios nos ayuda a entender que el término “ley” puede referirse a la Ley de Dios o Decálogo, pero también alude a la ley de Moisés o incluso el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia), al cual los judíos llaman Torah. Asimismo, la palabra “ley” puede referirse a las ceremonias y ritos que debían celebrarse en el Santuario y que se describen en el Pentateuco. Todos los ritos allí descritos prefiguraban la muerte del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (S. Juan 1:29, 36). Además, en el Nuevo Testamento el término “ley” se usa para describir también a la “ley del pecado” (Romanos 7:23).

La ley de Moisés en el Antiguo Testamento

Desde fines del siglo II a.C., los judíos reconocían una triple división del Antiguo Testamento. Una evidencia de ello lo encontramos en el prólogo de la versión griega del libro apócrifo, el Eclesiástico, donde se menciona: la Ley, losProfetas y los Otros Libros. Jesús mismo usó esta triple división al referirse al Antiguo Testamento usando la expresión la ley, los profetas y los salmos (S. Lucas 24:44).
¿Qué contenía cada sección del Antiguo Testamento? La “ley”, o el Pentateuco, constaba de los cinco primeros libros de Moisés. Los “profetas” se dividían en profetas anteriores y posteriores e incluía a todos los libros de los profetas del Antiguo Testamento. Los “escritos” contenían los demás libros inspirados, entre ellos los libros poéticos (Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y Crónicas).*
La primera sección del Antiguo Testamento, llamada Ley, Pentateuco o Torah en hebreo, era también conocida entre los judíos como “la ley de Moisés”. Fue Dios quien ordenó a Moisés que escribiera este libro (Éxodo 17:14), y “cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse, dio orden Moisés a los levitas… Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová” (Deuteronomio 31:24-26).
El Pentateuco era considerado un solo libro y se lo denominaba de diferentes maneras: (1) “el libro de la ley” (Deuteronomio 31:26; 2 Reyes 22:8); (2) “el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés” (2 Crónicas 34:14); (3) el “libro del pacto” (2 Crónicas 34:30); (4) “la ley de Moisés” (Esdras 7:6) y (5) “la ley” (Deuteronomio 31:11; S. Mateo 12:5).
El libro de la ley era reconocido por Israel como autoridad divina. Lo que ordenaba debía obedecerse y lo que prohibía no debía hacerse. Así, Josué debía conducir a Israel conforme a la ley de Moisés. La orden de Dios a Josué fue: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
Por eso, poco antes de morir, David le encargó a Salomón que obedeciera la ley de Moisés diciendo: “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas” (1 Reyes 2:3).
Después de regresar del exilio babilónico y reedificar el templo en Jerusalén, los hijos de Israel, los sacerdotes y los levitas dedicaron la casa de Dios con gozo, “y pusieron a los sacerdotes en sus turnos, y a los levitas en sus clases, para el servicio de Dios en Jerusalén, conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esdras 6:16-18).

La ley de Dios y la ley ceremonial comparadas

Si no se hace la distinción entre el Decálogo y la ley de los ritos, pareciera que el apóstol Pablo se contradice, porque primero afirma que la ley es abolida y luego declara que la ley es confirmada. ¿Cómo una misma ley puede ser abolida y confirmada al mismo tiempo? O esto es un error craso, o el apóstol se está refiriendo a dos leyes distintas.
En realidad, Pablo habla de una “ley de los mandamientos expresados en ordenanzas” [ritos] que fue abolida en la cruz (Efesios 2:15), y de otra ley (los Diez Mandamientos) que es establecida o confirmada por la fe (Romanos 3:31). Veamos las diferencias entre ambas:
La ley de DiosLa ley ceremonial
1. Escrita por Dios en tablas de piedra (Deuteronomio 5:22).1. Moisés la escribió en un libro (Deuteronomio 31:24).
2. Contiene el Decálogo, los Diez Mandamientos (Deuteronomio 4:13; 5:22; Éxodo 20:1-17).2. Contiene ritos (Levítico 23:4-6; 17-27) y santas convocaciones (sábados rituales) (Levítico 23:16, 24, 27).
3. Se guardaba dentro del arca del pacto (Deuteronomio 10:4, 5).3. Se guardaba al lado del arca (Deuteronomio 31:26).
4. Propósito: Mostrarnos cuándo hemos pecado (Romanos 7:7; Santiago 1:22-25).4. Propósito: Ilustrar el sacrificio que haría Cristo: (Hebreos 9:6-15; S. Juan 1:29, 36).
5. Carácter: Es santa, justa y buena: (Salmo 19:7; Romanos 7:12, 14).5. Carácter: Es solo simbólica, ritual. (Hebreos 7:19; 9:10).
6. Duración: Es confirmada con la muerte de Cristo y debemos obedecerla sin cambios ni alteraciones (Romanos 3:31; Salmo 119:152).6. Duración: Pasajera, termina con la muerte de Jesús (Efesios 2:15; Colosenses 2:14-17).


¿Cómo saber a qué se refiere el término “ley” u “obras de la ley” en un determinado pasaje de la Biblia? Para responder esta pregunta es importante entender el contexto inmediato en que aparece la palabra. El argumento que el autor bíblico está desarrollando ayuda a identificar el significado de la expresión “ley” u “obras de la ley”.
Cuando la Biblia habla de una ley abolida, no se refiere a los Diez Mandamientos, sino a la ley expresada en ritos u ordenanzas; es decir, a la ley ceremonial que prefiguraba la muerte de Jesús. Cuando Cristo murió en la cruz, ya no tenía sentido seguir obedeciendo la ley ritual porque Jesús, el Cordero de Dios, ya había sido sacrificado.
* A. R. Miles. Introducción a las Sagradas Escrituras (San José, Costa Rica: Editorial Caribe, 1948), p. 134.


por Víctor F. Figueroa (Tomado de El Centinela® de Abril 2013  ) 


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En el mundo todo es agitación



El mal siervo dice en su corazón: “Mi señor se tarda en venir.” No dice que Cristo no vendrá. No se burla de la idea de su segunda venida. Pero en su corazón y por sus acciones y palabras, declara que la venida de su Señor tarda. Destierra del ánimo ajeno la convicción de que el Señor va a venir prestamente. Su influencia induce a los hombres a una demora presuntuosa y negligente. Los confirma en su mundanalidad y estupor. Las pasiones terrenales y los pensamientos corruptos se posesionan de su mente. El mal siervo come y bebe con los borrachos, y se une con el mundo en la búsqueda de placeres. Hiere a sus consiervos acusando y condenando a los que son fieles a su Maestro. Se asocia con el mundo. Siendo semejantes, participan juntos en la transgresión. Es una asimilación temible. Juntamente con el mundo, queda entrampado. Se nos advierte: “Vendrá el Señor de aquel siervo ... a la hora que no sabe, y le cortará por medio, y pondrá su parte con los hipócritas.”
“Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti.” El advenimiento de Cristo sorprenderá a los falsos maestros. Están diciendo: “Paz y seguridad.” Como los sacerdotes y doctores antes de la caída de Jerusalén, esperan que la iglesia disfrute de prosperidad terrenal y gloria. Interpretan las señales de los tiempos como indicios de esto. Pero ¿qué dice la Palabra inspirada? “Vendrá sobre ellos destrucción de repente.” El día de Dios vendrá como ladrón sobre todos los que moran en la faz de la tierra, que hacen de este mundo su hogar. Viene para ellos como ladrón furtivo.

El mundo, lleno de orgías, de placeres impíos, está dormido en la seguridad carnal. Los hombres están postergando la venida del Señor. Se burlan de las amonestaciones. Orgullosamente se jactan diciendo: “Todas las cosas permanecen así como desde el principio.” “Será el día de mañana como éste, o mucho más excelente.” Nos hundiremos aun más en el amor a los deleites. Pero Cristo dice: “He aquí, yo vengo como ladrón.” En el mismo tiempo en que el mundo pregunta con desprecio: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” se están cumpliendo las señales. Mientras claman: “Paz y seguridad,” se acerca la destrucción repentina. Cuando el escarnecedor, el que rechaza la verdad, se ha vuelto presuntuoso; cuando la rutina del trabajo en las diversas formas de ganar dinero se lleva a cabo sin consideración a los principios; cuando los estudiantes procuran ávidamente conocerlo todo menos la Biblia, Cristo viene como ladrón. 

En el mundo todo es agitación. Las señales de los tiempos son alarmantes. Los acontecimientos venideros proyectan ya sus sombras delante de sí. El Espíritu de Dios se está retirando de la tierra, y una calamidad sigue a otra por tierra y mar. Hay tempestades, terremotos, incendios, inundaciones, homicidios de toda magnitud. ¿Quién puede leer lo futuro? ¿Dónde hay seguridad? No hay seguridad en nada que sea humano o terrenal. Rápidamente los hombres se están colocando bajo la bandera que han escogido. Inquietos, están aguardando y mirando los movimientos de sus caudillos. Hay quienes están aguardando, velando y trabajando por la aparición de nuestro Señor. Otra clase se está colocando bajo la dirección del primer gran apóstata. Pocos creen de todo corazón y alma que tenemos un infierno que rehuir y un cielo que ganar.

La crisis se está acercando gradual y furtivamente a nosotros. El sol brilla en los cielos y recorre su órbita acostumbrada, y los cielos continúan declarando la gloria de Dios. Los hombres siguen comiendo y bebiendo, plantando y edificando, casándose y dándose en casamiento. Los negociantes siguen comprando y vendiendo. Los hombres siguen luchando unos con otros, contendiendo por el lugar más elevado. Los amadores de placeres siguen atestando los teatros, los hipódromos, los garitos de juego. Prevalece la más intensa excitación, y sin embargo el tiempo de gracia está llegando rápidamente a su fin, y cada caso está por ser decidido para la eternidad.Satanás ve que su tiempo es corto. Ha puesto todos sus agentes a trabajar a fin de que los hombres sean engañados, seducidos, ocupados y hechizados hasta que haya terminado el tiempo de gracia, y se haya cerrado para siempre la puerta de la misericordia.

Solemnemente llegan hasta nosotros, a través de los siglos, las palabras amonestadoras de nuestro Señor desde el monte de las Olivas: “Mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.” “Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir y de estar en pie delante del Hijo del hombre.

Ellen G. White, Deseado de todas las gentes.


jueves, 25 de abril de 2013

La Ciencia Descubre a Dios - Ariel A. Roth

Siete argumentos a favor del Diseño Inteligente

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Las 28 Creencias Fundamentales de los Adventistas





Si quieres leer aquí mismo las creencias adventistas, solo tienes que darle al botón:




LIBRO DE LAS  CREENCIAS:                                                                  


POWERPOINT PARA EL ESTUDIO DE LAS  CREENCIAS: 

miércoles, 24 de abril de 2013

ESTUDIEMOS DANIEL Y EL APOCALIPSIS




"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. "(Apoc. 1: 3).


Ha de proclamarse un mensaje que despierte a las iglesias. Ha de hacerse todo esfuerzo para dar la luz, no sólo a nuestro pueblo, sino al mundo. Se me ha instruido en el sentido de que las profecías de Daniel y el Apocalipsis deben imprimirse en libros pequeños, con las explicaciones necesarias, y deben enviarse al mundo entero. Nuestros mismos hermanos necesitan que se les presente la luz con más claridad. (Nota: TM, 117.*)

Los que comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios sacarán de los libros de Daniel y el Apocalipsis la verdad inspirada por el Espíritu Santo. Pondrán en marcha fuerzas que no puedan ser reprimidas. Los labios de los niños se abrirán para proclamar los misterios que han estado ocultos. . .

Muchas de las profecías están por cumplirse en rápida sucesión. Todo elemento de poder está por ser puesto en acción. La historia pasada se repetirá; viejos conflictos resurgirán a una nueva vida, y el peligro asediará a los hijos de Dios por doquiera. La violencia está tomando posesión de la familia humana. Está saturando todas las cosas que hay sobre la tierra.

Estudiad el Apocalipsis en relación con Daniel, porque la historia se repetirá. . . Nosotros, con todas nuestras ventajas religiosas, debiéramos saber hoy mucho más de lo que sabemos.

Los ángeles anhelan contemplar las verdades que son reveladas a aquellos que, con corazón contrito, investigan la Palabra de Dios y oran para obtener mayores longitudes y anchuras y profundidades y alturas del conocimiento que sólo el Señor puede dar.

Al acercarnos al fin de la historia de este mundo, las profecías que se relacionan con los últimos días exigen especialmente nuestro estudio. El último libro del Nuevo Testamento está lleno de verdades que necesitamos entender. Satanás ha cegado las mentes de muchos de manera que aceptan con gozo cualquier excusa para no hacer del libro del Apocalipsis su tema de estudio. Pero Cristo, por medio de su siervo Juan, ha declarado aquí lo que será en los últimos días; y él dice: "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".

domingo, 21 de abril de 2013

Estudio bíblico "La Crisis Final" (Fe de Jesus sobre eventos finales)

El estudio en pdf completo sobre los eventos finales 



ENLACE DE DESCARGA:


https://dl.dropboxusercontent.com/u/86144688/Estudios%20Biblicos/Estudio%20de%20Profecias%20(fe%20de%20jesus%20de%20profecias)/Crisis_Final_Completo.pdf




Creación o evolución ¿Cuál de las dos?




Predicación de A.T. Jones


Hoy vamos a hablar sobre el tema de la evolución. Quisiera que prestaseis cuidadosa atención, y que os dieseis cuenta por vosotros mismos de si sois o no evolucionistas. Primeramente os voy a leer en qué consiste la evolución; seguidamente podréis ver si sois o no evolucionistas. Las siguientes afirmaciones están tomadas de un famoso tratado sobre el tema, escrito por uno de los principales defensores del evolucionismo, por lo tanto, se pueden considerar ajustadas y rigurosas, en tanto que definiciones autorizadas:
"La evolución es la teoría que representa el devenir del mundo como una transición gradual desde lo indeterminado hacia lo determinado, desde lo uniforme a lo variado, y que asume que la causa de esos procesos es inherente al propio mundo que es objeto de la transformación".
"Evolución es, pues, casi un sinónimo de progreso. Es una transición desde lo inferior a lo superior, de lo peor a lo mejor. Tal progreso apunta a un valor añadido en la existencia, tal como reconocen nuestros sentimientos".


LA FE QUE OBRA


"El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. "(1 Ped. 4: 7).


¿Creéis que el fin de todas las cosas está cerca, que están por concluir rápidamente las escenas de la historia de la tierra? En ese caso, manifestad vuestra fe mediante vuestras obras. Cada hombre manifestará toda la fe que tiene. Algunos piensan que tienen una buena medida de fe, cuando realmente, si la tienen, está muerta, porque no recibe el apoyo de sus obras. "La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma" (Sant. 2: 17). Pocos poseen esa fe genuina que obra por medios del amor y purifica el alma. Pero todos los que sean considerados dignos de la vida eterna, deben lograr una preparación moral para ella. "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro" "(1 Juan 3: 2, 3). Esta es la obra que tenéis por delante. . .

Debéis experimentar una muerte al yo, y vivir para Dios. "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios" (Col. 3: 1). No debemos consultar con el yo. El orgullo, el amor propio, el egoísmo, la avaricia, la codicia, el amor al mundo, el odio, la suspicacia, los celos, las malas sospechas, todas esas cosas deben ser subyugadas y sacrificadas para siempre. Cuando Cristo aparezca, no lo hará para corregir esos males y darnos un carácter adecuado para su venida. Esa preparación debe estar completa antes de que venga. Las preguntas "¿Qué hemos de hacer para ser salvos? ¿Qué conducta debemos seguir para que Dios nos apruebe?" debieran ser objeto de meditación, estudio y profunda investigación.

Cuando nos sintamos tentados a murmurar, censurar y abandonarnos a la desconformidad, causando daño a los que nos rodean y dañando nuestra propia alma, ¡oh! surja de nuestra alma esta profunda, sincera y anhelante pregunta: "¿Compareceré sin mancha delante del trono de Dios?" Sólo los inmaculados estarán allí. Nadie será transportado al cielo mientras su corazón esté lleno de la basura de la tierra. Todo defecto del carácter moral debe ser remediado previamente, toda mancha eliminada por la sangre purificadora de Cristo.


Maranatha, Ellen G. White

La Próxima Superpotencia Mundial - Mark Finley - Estudio Bíblico en powerpoint

Estudio Bíblico en base del libro "La Próxima Superpotencia Mundial" de Mark Finley





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Un Mensaje para los Tiempos Finales - Oliver Coronado, Esteban Bohr y David Gates


La semana de oración en Bella Vista, Puerto Rico de estos fieles siervos del Señor, del 29 de Septiembre hasta el 5 de octubre de 2012.





viernes, 19 de abril de 2013

Sábado, el cuarto mandamiento de la inmutable Ley de Dios



El Sábado

El bondadoso Creador, después de los seis días de la creación, descanso el séptimo, e instituyó el sábado para todos los hombres como un monumento creativo de la creación. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia del séptimo día como día de reposo, adoración y ministerio, en armonía con las enseñanzas y la práctica de Jesús, el Señor del sábado. El sábado es un día de agradable comunión con Dios y con nuestros hermanos. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una demostración de nuestra lealtad y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua del pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este tiempo sagrado de una tarde a otra tarde, de la puesta de sol a la puesta de sol, es una celebración de la obra creadora y redentora de Dios (Gen. 2:1-3; Exo. 20:8-11; Luc. 4:16; Isa. 56:5-6; 58:13-14; Mat. 12:1-12; Exo. 31:13-17; Eze. 20:12, 20; Heb. 4:1-11; Deut 5:12-15; Lev. 23:32; Mar. 1:32).




Isa 58:13  Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso [día] del SEÑOR, y lo venerares no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando [tus propias] palabras. 
Isa 58:14  Entonces te deleitarás en el SEÑOR: y [yo] te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te haré comer la heredad de Jacob tu padre, porque la boca del SEÑOR ha hablado. 



¡FELIZ SÁBADO!