Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Mateo 18:19.
Recuerdo cuando en Battle Creek había quienes se sentían preocupados por los inconversos y por los que estaban en tinieblas y no veían luz; entonces se convocaban reuniones de oración para que hicieran de la fortaleza de Dios su propia fortaleza. En cada caso las inteligencias celestiales obraban en armonía con estos esfuerzos, y las almas se salvaban. Si hay muchos miembros en la iglesia, organícense en pequeños grupos para trabajar no sólo por los miembros de la iglesia, sino en favor de los incrédulos. Si en algún lugar hay solamente dos o tres que conocen la verdad, organícense en un grupo de obreros. Mantengan íntegro su vínculo de unión, cerrando sus filas por el amor y la unidad, estimulándose unos a otros para progresar y adquiriendo cada uno valor, fortaleza y ayuda de los demás.
Revelen la tolerancia y la paciencia que manifestó Cristo y, evitando las palabras apresuradas, usen el talento del habla para edificarse unos a otros en la santísima fe. Trabajen con el mismo amor que Cristo en favor de los que no están en el redil, olvidándose del yo en su esfuerzo por ayudar a otros. Mientras trabajen y oren en el nombre de Cristo, aumentará su número. Hay ciertas actividades misioneras que deben realizarse en el campo local, y a menudo escuchamos esta queja: “Mientras haya tanto pecado y tanta necesidad de trabajo en nuestro propio país, ¿por qué manifestar tanto celo por los países extranjeros?” Respondo: Nuestro campo es el mundo... El Salvador ordenó a sus discípulos que comenzaran la obra en Jerusalén, y que de allí pasaran a Judea y Samaria, y que se extendieran a los confines de la tierra. Sólo un pequeño grupo de hermanos aceptó esta doctrina; pero los mensajeros llevaron el mensaje rápidamente de lugar en lugar, trasladándose de país en país, para levantar el estandarte del Evangelio en todos los lugares de la tierra, cercanos y distantes. Pero hubo una obra de preparación. La promesa del Salvador fue la siguiente: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos”. Hechos 1:8.
Maranatha pag. 37. Ellen G. White
Maranatha pag. 37. Ellen G. White
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