martes, 16 de abril de 2013

Bajo sus alas - Devocional


Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Juan 15: 20.

No hay mayor evidencia de que Satanás está obrando que cuando los que profesan haber sido santificados para servir a Dios persiguen a sus semejantes porque no creen las mismas doctrinas que ellos sostienen. Estos mismos se lanzarán con furia contra el pueblo de Dios, para declarar que es verdad lo que saben que no lo es. De ese modo pondrán de manifiesto que quien los inspira es el acusador de los hermanos, y asesino de los santos de Dios. Pero si Dios permite que los tiranos nos traten como los sacerdotes trataron a su Hijo, ¿abandonaremos nuestra fe y nos lanzaremos a la perdición? Dios permite que estas cosas nos ocurran, no porque no se preocupe por nosotros, puesto que afirma: "Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos" (Sal. 116: 15).

Con Satanás a la cabeza para imbuirles de su espíritu, los hombres pueden afligir al pueblo de Dios, causarle dolor y quitarle su vida temporal; pero no pueden tocar la vida que está escondida con Cristo. No nos pertenecemos. En cuerpo y alma hemos sido comprados mediante el precio que se pagó en la cruz del Calvario, y debemos recordar que estamos en las manos de Aquel que nos creó. No importa qué hagan los hombres impíos inspirados por Satanás, debemos descansar en la seguridad de que estamos bajo la protección de Dios y de que él nos va a fortalecer mediante su Espíritu para que podamos persistir. . .
Pronto llegará el momento cuando el Señor diga: "Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos" (Isa. 26: 20, 21).
Los que aman al Señor no necesitan sorprenderse si los que pretenden ser cristianos se llenan de odio porque no pueden doblegar la conciencia del pueblo de Dios. Dentro de poco comparecerán delante del juez de toda la tierra para dar cuenta del dolor que han causado a los cuerpos y almas de la heredad de Dios. 


(Review and Herald, del 28 de diciembre de 1897). (Cada Dia Con Dios pág. 371)


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