Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Isaías 43:2.
Dios tiene una iglesia en la tierra, que es su pueblo escogido,
que guarda sus mandamientos. El está conduciendo, no ramas extraviadas,
no uno aquí y otro allá, sino un pueblo.
No hay motivo para dudar, ni temer que la obra fracase. Dios está
al frente de ella y dirigirá todas las cosas. Si hay asuntos que
necesitan enmienda en la dirección de la obra, Dios atenderá eso y
corregirá los errores. Tengamos fe en que Dios conducirá el noble barco
que lleva su pueblo hasta el puerto de seguridad.
Mientras viajaba de Portland a Boston hace muchos años, se levanto
una tormenta y las inmensas olas nos azotaban sin piedad. Los
candelabros cayeron y los baúles rodaban de un lado a otro como pelotas.
Los pasajeros estaban atemorizados y muchos gritaban temiendo perecer.
Despues de un rato el piloto subió a bordo. Mientras tomaba el
timón, el capitán se puso en pie junto a él y expresó su temor en cuanto
al rumbo del barco. “¿Quiere tomar el timón?” le preguntó el piloto. El
capitán no estaba dispuesto a hacerlo porque sabía que le faltaba
experiencia. Luego algunos pasajeros se pusieron nerviosos y expresaron
su temor de que el piloto los iba a estrellar contra las rocas.
“¿Quieren tomar el timón?” les preguntó el piloto. Pero ellos sabían que
no podían hacerlo.
Cuando penséis que la obra está en peligro, rogad: “Señor, toma el
timón. Condúcenos a través de las perplejidades. Llévanos a salvo hasta
el puerto”. ¿No tenemos acaso razones para creer que el Señor nos
conducirá triunfalmente? ...
Con vuestra mente finita no podéis entender todas las providencias de Dios. Permitid que él dirija su obra.
Maranatha, Ellen G. White
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