Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Ped. 2: 9).
La advertencia de que el Hijo del hombre pronto aparecerá en las nubes del cielo, se ha convertido para muchos en un relato familiar. Han abandonado su postura expectante y vigilante. El espíritu egoísta y mundano que se manifiesta en la vida, revela los sentimientos del corazón: "Mi Señor se tarda en venir" . . .
El mismo espíritu de egoísmo y conformidad con las costumbres del mundo que existía en los días de Noé, se manifiesta en nuestros días. Muchos que profesan ser hijos de Dios se dedican a los asuntos mundanos con un entusiasmo que niega su profesión de fe. Estarán plantando y edificando, comprando y vendiendo, comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el último momento de su tiempo de prueba. Esta es la condición de muchísimos de nuestros hermanos. Debido a que abunda la iniquidad, el amor de muchos se enfría. . .
Mi alma se apesadumbra cuando contemplo la tremenda falta de espiritualidad que se manifiesta entre nosotros. Las modas y costumbres del mundo, el orgullo, el amor a los entretenimientos, el amor a la ostentación, la extravagancia manifestada en la forma de vestir, en las casas, en las tierras adquiridas, todas estas cosas están drenando la tesorería del Señor, desviando hacia la gratificación del yo los medios que deberían ser empleados para enviar la luz de la verdad al mundo. Los propósitos egoístas tienen prioridad. . .
Los hijos de la luz y del día no deben amontonar en torno de ellos las sombras de la noche y las tinieblas que rodean a los obradores de iniquidad. Por el contrario, deben permanecer fielmente de pie en su puesto de deber, como portaluces, reuniendo la luz de Dios para proyectarla hacia los que están en tinieblas. El Señor requiere que su pueblo mantenga su integridad, sin tocar -es decir, sin imitar- las costumbres de los impíos.
Los cristianos deben ser en este mundo "nación santa, pueblo adquirido", para manifestar las alabanzas del que los llamó "de las tinieblas a su luz admirable".
Maranata, Ellen G. White
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