Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Romanos 1:21.
La teoría según la cual Dios es una esencia inmanente en toda la
naturaleza, es uno de los engaños más sutiles de Satanás. No presenta a
Dios tal cual es y deshonra su grandeza y majestad. Las teorías
panteístas no son confirmadas por la Palabra de Dios. La luz de la
verdad enseña que esas teorías son agentes destructores del alma. Las
tinieblas son su elemento y la sensualidad su esfera. Agradan al corazón
natural y dan rienda suelta a las inclinaciones. El resultado de
aceptarlas es la separación de Dios...
Si Dios es una esencia inherente a toda la naturaleza, debe, pues,
morar en todos los hombres, y para llegar a la santidad el hombre
necesita tan sólo desarrollar el poder que está en él.
Esas teorías desarrolladas hasta sus conclusiones lógicas suprimen
completamente el cristianismo. Eximen de la necesidad de la redención, y
hacen del hombre su propio salvador. Esas teorías referentes a Dios
quitan toda eficacia a su Palabra, y los que las aceptan estarán
expuestos al peligro de considerar finalmente toda la Biblia como un
fábula. Pueden estimar que la virtud es mejor que el vicio; pero
habiendo privado a Dios de su soberanía, ponen su confianza en la fuerza
del hombre, la cual sin Dios no tiene valor. La voluntad humana
abandonada a sí misma no tiene fuerza real para resistir al mal y
vencerlo. Las defensas del alma son derribadas. El hombre no tiene más
barreras contra el pecado. Una vez rechazadas las restricciones de la
Palabra y del Espíritu de Dios, no sabemos hasta qué profundidad podemos
caer.
Los que persistan en esas teorías espiritualistas, arruinarán con
seguridad su carrera cristiana. Se privarán de la comunión con Dios y
perderán la vida eterna...
Hay sólo un poder que puede sustraer los corazones de los hombres
al imperio del mal: El poder de Dios en Cristo Jesús. Sólo por la sangre
del Crucificado podemos purificarnos. Sólo su gracia puede hacernos
capaces de resistir las tendencias de una naturaleza caída y
subyugarlas. Y ese poder lo anulan las teorías espiritualistas
referentes a Dios.
Maranatha, Ellen G. White
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